Redacción | Ciudad de México.
En la actualidad, las redes sociales son mucho más que plataformas de entretenimiento o espacios para compartir fotografías: son herramientas poderosísimas para la construcción de imagen pública, posicionamiento de ideas y movilización ciudadana. Para quienes hacen política, las redes sociales ya no son opcionales, son un campo de batalla decisivo.
Sin embargo, no basta con “estar” en redes sociales. No se trata de abrir una cuenta en Facebook, X (antes Twitter), Instagram o TikTok y publicar contenido improvisado. Las redes requieren estrategia, planificación, constancia y, sobre todo, responsabilidad.
En política, cada publicación comunica. Cada palabra, imagen o video puede generar simpatía o rechazo, confianza o desconfianza, cercanía o lejanía. Por eso, los perfiles políticos no deben ser gestionados como cuentas personales ni delegarse a personas sin experiencia. Las redes no son para “subir lo que sea”, sino para construir un relato coherente, auténtico y estratégico.
La ciudadanía hoy valora la transparencia, la interacción directa y el sentido humano de quienes la representan. Pero también exige rigor, claridad y propuestas. No basta con subir selfies, bailes o frases motivacionales. La política no es un concurso de popularidad, es una responsabilidad pública. Las redes deben utilizarse para informar, dialogar, rendir cuentas y visibilizar acciones reales, no para alimentar egos.
Otro gran error es el uso de redes solo en tiempos de campaña. Las audiencias se dan cuenta cuando una cuenta “revive” solo para pedir el voto. La verdadera construcción de comunidad digital se hace en el día a día, con presencia constante, respuestas oportunas y contenido de valor. La política digital no debe ser reactiva, sino proactiva.
Tampoco se trata de convertir cada publicación en propaganda. Las redes son espacios conversacionales. Escuchar es tan importante como hablar. Responder a comentarios, reconocer errores, agradecer apoyos o incluso aceptar críticas forma parte de una comunicación política madura y cercana.
Finalmente, no hay que olvidar que en redes sociales también se libra una batalla por la verdad. La desinformación, los discursos de odio y las noticias falsas son amenazas reales. Los actores políticos tienen la responsabilidad ética de no alimentar esos discursos ni utilizar las plataformas para polarizar o dividir.
En resumen, las redes sociales pueden ser aliadas valiosas para la política, siempre que se usen con estrategia, autenticidad y compromiso ciudadano. No se trata de estar por estar, sino de construir una presencia digital que inspire confianza, convoque al diálogo y fortalezca la democracia.